Rescate este blog de donde lo tenía olvidado, sin duda algún lugar oscuro y frió de mi memoria, para poner algunas cosas que he hecho últimamente, relatare la historia de un viaje por tierra hasta la frontera Venezuela - Brasil, y mi estadía en un pueblo minero llamado simplemente el 88.
El 88 (que en realidad es el kilómetro 88 de las claritas) es un pueblo minero de los tantos que hay en el estado Bolívar, en medio de la nada, lejos de todo, esta mas allá de Guasipati, del Callao y de Tumeremo, en las pocas guías turísticas que donde lo mencionan simplemente lo describen como "ultima oportunidad de cargar gasolina antes de partir a la gran sabana". No es un pueblo bonito, pero tampoco es feo, es más bien pintoresco.
Es un pueblo que vive exclusivamente del oro, la minería ilegal es el motor principal del pueblo, quienes no viven de la minería, entonces viven de venderle productos a los mineros, o de ofrecer algún servicio a estos, no se produce nada, salvo la deforestación típica de la minería ilegal que se hace frente a los ojos pasivos del ejercito o guardia nacional.
Como dije antes no es un pueblo bonito, como buen pueblo minero y casi fronterizo conviven cualquier cantidad de culturas, desde los indios pemones nativos de la zona, los inmigrantes brasileros y colombianos en su mayoría aunque también conocí a un peruano y a cuatro chilenos, no mas, también están los criollos, los blancos de la capital que se fueron un día con la idea de hacer fortuna, cosa que muy pocos logran, ya que como dicen el oro esta maldito (aunque de eso hablare en una próxima entrada). Es sin duda un pueblo amigable, la calle principal esta asfaltada hasta la mitad, la otra mitad sigue esperando por la empresa contratista que en el año 2001 dijeron que iban a buscar más material a Caracas, así se quedo, mitad asfalto mitad tierra, aun así a nadie parece molestarle demasiado.
Como dije es un pueblo amigable y así lo comprobé al dejar olvidada mi cámara fotográfica en alguna esquina y que la gente haya tenido la amabilidad de guardarla y devolvérmela cuando volví a esa misma esquina al día siguiente aun cuando ya la daba por perdida, si esto me hubiera pasado en Caracas jamás hubiera vuelto a ver mi cámara. No solo eso, comprobé además que no había delincuencia, siendo un pueblo pequeño todo el mundo se conocía, todo el mundo sabía quién era quien así que un choro no tenía mucho que hacer ahí, supongo que si alguien se atrevía a robar, podría darse por muerto, pero es que también hay algo más peculiar en este pueblo, NO HAY HAMBRE, no puedo definirlo como pobreza o riqueza, es solo que no hay hambre, los mineros con las ganancias de ese oro maldito siempre tienen los bolsillos llenos de fajos enormes de billetes de a cien bolívares, mismos bolsillos que pertenecen a un pantalón de jean, gastado y sucio, la ultima vez que ese pantalón vio una lavadora fue hace diez años cuando fue comprado. así es el kilometro 88 de las claritas, como yo lo veo es el pueblo de los pobres con dinero, con mucho dinero, no hay lujos, pero si abundancia, no hay pobreza, ni delincuencia, tampoco una biblioteca o un centro cultural, en cambio si hay decenas de iglesias evangélicas, pentecostales, bautistas, mormonas, neo evangélicas, aun así tanto feligreses como pastores amanecen borrachos hasta la medula el día sábado, el domingo le piden perdón a Dios y son santos hasta el viernes que vuelven a tomar cerveza en la currutela, como dije antes, no hay hambre ni delincuencia. Si hay alguien necesitado, todos sus vecinos, unos más que otros colaboraran para que coma y que vaya al médico, según yo veo las cosas es un pueblo lleno de contradicciones. Un lugar digno de visitar siempre y cuando no esperen nada cinco estrellas. Solo hay que lanzarse a la aventura y ver qué es lo que está en el camino. Comederos a orilla de la carretera u hoteles de baja categoría son lo común, solo es necesario pedir las cosas con amabilidad y algo de ingenio y seremos tratados como reyes. Así es la vida en el Kilometro 88 de Las Claritas.
Hasta la próxima.
2 comentarios:
Me hiciste recordar la época en que la civilización aún no contaminaba los pueblos del sur de Chile, eran maravillosos, cordiales y confiables. Digno de apalusos tu relato del 88, haces que realmente uno se meta en la lectura y dan ganas de más. Sigue adelante
Pati
No esd que no haya delincuencia pero a otros niveles y muchísimo menos que en la gran ciudad.
Es verdad, en este pueblo no hay hambre y sus habitantes solidarios.
Pide en la gran ciudad 1 Bs regalados para que veas como te insultan.
Muy amenos los relatos. Sigue así.
El infando. Otro sinónimo.
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